Thursday, September 25, 2008
Mataron a Luisito y nadie sabe por qué
Pablo Graciano
Luis Miguel Rodríguez, de 29 años, era un joven que se levantaba bien temprano en la mañana para la venta de pollos al detalle, después del mediodía se dedicaba al motoconcho. Era secretario de disciplina de la Asociación de Motoconchistas de La Javilla, de Villa Mella, y presidente de la Junta de Vecino de ese empobrecido barrio.
En esas tareas pasaba sus días, no salía de la zona, porque ahí trabajaba y ahí realizaba su labor comunitaria. Además, también vive su madre, Magali Rodríguez.
El miércoles 17 de este mes de septiembre salió de la casa de su madre con su hermana de diez años a comprar un sobre de café para que su madre se lo colara, pero no pudo colarle el café y más, el café ni siquiera llegó a la casa, lo que llegó fue la noticia de que habían matado a Luisito.
Y es que cuando él iba hacia el colmado con su hermana había una patrulla de la Policía en la esquina y sin mediar palabra, sin que en el barrio hubiese desorden, sin que Luisito peleara con alguna persona, los policías integrantes de la patrulla la emprendieron a tiros en su contra.
Tres balas le impactaron en el cuerpo, uno en la cabeza y otro en el pecho, ambos mortales por necesidad. ¿Por qué? Nadie sabe. Ni los mismos policías saben, porque no se les dio el argumentote de que era un delincuente y que murió en un intercambio de disparos, porque al momento de querer colocarle un revólver en la mano salió todo el barrio y lo impidió, llevándoselo de inmediato a un centro médico de Villa Mella, pero no había nada que hacer.
El agente sacó el revólver de su bota, de acuerdo a la versión de todo el vecindario y quiso colocárselo en la mano y disparar, para decir que murió en un intercambio de disparos.
Este escrito sólo busca que esos agentes sean castigados como han sido castigados otros que han cometido violaciones a la ley desde diferentes actos, como asesinato, vínculos con el narcotráfico, chantaje, atracos y otras.
Busca también que tanto el jefe de la Policía Nacional, el mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, como el secretario de Interior y Policía, Franklin Almeyda Rancier, quienes han hecho un trabajo extraordinario en la búsqueda de frenar la delincuencia, a través de los barrios seguros y el Programa de Seguridad Democrática, sepan que no siempre son ciertos los intercambios de disparos, que muchas veces son asesinatos como este, pero que los agentes preparan la escena para decir que hubo un intercambio de disparos.
No sólo los moradores del barrios La Javilla de Villa Mella impidieron que montaran la escena del intercambio de disparos, sino que los agentes y médicos del Instituto Nacional de Ciencia Forense examinaron el cadáver en su propia casa e informaron ahí mismo que en sus manos y brazos no había rastro de que hubiese disparado.
Ojalá que esos agentes sean traducidos a la justicia civil y que el Departamento de Atención a la Víctima de la Procuraduría General de la República le asigne un abogado, porque es una familia humilde que no podría sacar de ninguna parte para pagar su representación legal.
Ahora Magali se queda con su humilde casita a medio hacer, porque Luisito era el que la ayuda con su trabajo en la pollera y el motoconcho a construirla para ella y su hermanita. Además, Luisito deja dos niños en la orfandad, que nadie sabe ahora como se van a criar.
Pablo Graciano
Luis Miguel Rodríguez, de 29 años, era un joven que se levantaba bien temprano en la mañana para la venta de pollos al detalle, después del mediodía se dedicaba al motoconcho. Era secretario de disciplina de la Asociación de Motoconchistas de La Javilla, de Villa Mella, y presidente de la Junta de Vecino de ese empobrecido barrio.
En esas tareas pasaba sus días, no salía de la zona, porque ahí trabajaba y ahí realizaba su labor comunitaria. Además, también vive su madre, Magali Rodríguez.
El miércoles 17 de este mes de septiembre salió de la casa de su madre con su hermana de diez años a comprar un sobre de café para que su madre se lo colara, pero no pudo colarle el café y más, el café ni siquiera llegó a la casa, lo que llegó fue la noticia de que habían matado a Luisito.
Y es que cuando él iba hacia el colmado con su hermana había una patrulla de la Policía en la esquina y sin mediar palabra, sin que en el barrio hubiese desorden, sin que Luisito peleara con alguna persona, los policías integrantes de la patrulla la emprendieron a tiros en su contra.
Tres balas le impactaron en el cuerpo, uno en la cabeza y otro en el pecho, ambos mortales por necesidad. ¿Por qué? Nadie sabe. Ni los mismos policías saben, porque no se les dio el argumentote de que era un delincuente y que murió en un intercambio de disparos, porque al momento de querer colocarle un revólver en la mano salió todo el barrio y lo impidió, llevándoselo de inmediato a un centro médico de Villa Mella, pero no había nada que hacer.
El agente sacó el revólver de su bota, de acuerdo a la versión de todo el vecindario y quiso colocárselo en la mano y disparar, para decir que murió en un intercambio de disparos.
Este escrito sólo busca que esos agentes sean castigados como han sido castigados otros que han cometido violaciones a la ley desde diferentes actos, como asesinato, vínculos con el narcotráfico, chantaje, atracos y otras.
Busca también que tanto el jefe de la Policía Nacional, el mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, como el secretario de Interior y Policía, Franklin Almeyda Rancier, quienes han hecho un trabajo extraordinario en la búsqueda de frenar la delincuencia, a través de los barrios seguros y el Programa de Seguridad Democrática, sepan que no siempre son ciertos los intercambios de disparos, que muchas veces son asesinatos como este, pero que los agentes preparan la escena para decir que hubo un intercambio de disparos.
No sólo los moradores del barrios La Javilla de Villa Mella impidieron que montaran la escena del intercambio de disparos, sino que los agentes y médicos del Instituto Nacional de Ciencia Forense examinaron el cadáver en su propia casa e informaron ahí mismo que en sus manos y brazos no había rastro de que hubiese disparado.
Ojalá que esos agentes sean traducidos a la justicia civil y que el Departamento de Atención a la Víctima de la Procuraduría General de la República le asigne un abogado, porque es una familia humilde que no podría sacar de ninguna parte para pagar su representación legal.
Ahora Magali se queda con su humilde casita a medio hacer, porque Luisito era el que la ayuda con su trabajo en la pollera y el motoconcho a construirla para ella y su hermanita. Además, Luisito deja dos niños en la orfandad, que nadie sabe ahora como se van a criar.
Publicado por Pablo Graciano Cruz en 2:31 PM
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