Wednesday, July 23, 2008
Casa de Acogida para niños en la calle
“El sistema educativo no tiene espacio para ellos। Ellos, sencillamente, no están contemplados en el curriculo”। Así concluye la profesora María Dominga Comas su explicación sobre las dificultades que afrontan los niños que viven en la calle cuando deciden o alguien les ayuda a entrar en la escuela।
La mayoría de estos niños tiene un nivel de escolaridad muy bajo para su edad y por ello no pueden estudiar con otros niños। Entran así en horarios nocturnos o en programas de adultos। Muchos no tienen ningún nivel de alfabetización y por su situación de calle tampoco cuentan con un documento que los identifique, lo que les impide entrar y concluir la educación formal.
La maestra Comas explica, sin embargo, que estas dificultades no detienen al programa “Yo también” para cumplir con su misión de que esos niños y adolescentes vuelvan a sus hogares o entren en uno sustituto con un mayor nivel educativo y con algún oficio que les permita luego obtener sus propios ingresos e incluso ayudar a sus familias, sin volver a las calles.
“Yo también” es una iniciativa de la Pastoral Juvenil de la Iglesia Católica que en coordinación con otras entidades ha asistido a 1,113 niños en situación de calle desde 1996 hasta este año.
En el programa, ejecutado por un personal mayoritariamente voluntario, sobre todo miembros de la Pastoral Juvenil, se ha determinado que la situación de vulnerabilidad de estos niños se debe sobre todo a que provienen de familias en situación de pobreza extrema y por ello se hace ahínco en la educación y el trabajo como medios para superar esa realidad.
El ciclo del programa empieza en la calle, cuando jóvenes de la Pastoral, voluntarios o egresados llevan a los niños en situación de calle a la Casa de Acogida, ubicada en el sector San Carlos. En el lugar no hay espacio para más de 30, pero a veces han tenido que aceptar a unos cuantos más. “Hemos tenido hasta 35”, dice en voz baja una de las voluntarias. Aun así el número parecería pequeño cuando se trata de rescatar a niños que viven en la calle.
Sin embargo, cuando se observa esta obra, los números toman otras dimensiones. “De lo que se trata es de adentrar a estos niños a una nueva vida. Es realmente ayudarlos a construir sus vidas y eso no se puede medir, eso no tiene precio”, afirma Mayra Brito, una psicóloga que sin recibir ninguna remuneración económica asiste diariamente a los niños que están en la Casa de Acogida.
Brito afirma que estos niños llegan al hogar emocionalmente muy marcados por la calle y por ello se les debe dar un seguimiento personalizado. Para ello, los voluntarios y los niños que tienen más tiempo en la Casa son un factor determinante, pues la falta de recursos y el carisma cristiano de esta obra, según explica también la profesora Comas, impiden tener un mayor número de personal contratado.
La maestra Comas explica, sin embargo, que estas dificultades no detienen al programa “Yo también” para cumplir con su misión de que esos niños y adolescentes vuelvan a sus hogares o entren en uno sustituto con un mayor nivel educativo y con algún oficio que les permita luego obtener sus propios ingresos e incluso ayudar a sus familias, sin volver a las calles.
“Yo también” es una iniciativa de la Pastoral Juvenil de la Iglesia Católica que en coordinación con otras entidades ha asistido a 1,113 niños en situación de calle desde 1996 hasta este año.
En el programa, ejecutado por un personal mayoritariamente voluntario, sobre todo miembros de la Pastoral Juvenil, se ha determinado que la situación de vulnerabilidad de estos niños se debe sobre todo a que provienen de familias en situación de pobreza extrema y por ello se hace ahínco en la educación y el trabajo como medios para superar esa realidad.
El ciclo del programa empieza en la calle, cuando jóvenes de la Pastoral, voluntarios o egresados llevan a los niños en situación de calle a la Casa de Acogida, ubicada en el sector San Carlos. En el lugar no hay espacio para más de 30, pero a veces han tenido que aceptar a unos cuantos más. “Hemos tenido hasta 35”, dice en voz baja una de las voluntarias. Aun así el número parecería pequeño cuando se trata de rescatar a niños que viven en la calle.
Sin embargo, cuando se observa esta obra, los números toman otras dimensiones. “De lo que se trata es de adentrar a estos niños a una nueva vida. Es realmente ayudarlos a construir sus vidas y eso no se puede medir, eso no tiene precio”, afirma Mayra Brito, una psicóloga que sin recibir ninguna remuneración económica asiste diariamente a los niños que están en la Casa de Acogida.
Brito afirma que estos niños llegan al hogar emocionalmente muy marcados por la calle y por ello se les debe dar un seguimiento personalizado. Para ello, los voluntarios y los niños que tienen más tiempo en la Casa son un factor determinante, pues la falta de recursos y el carisma cristiano de esta obra, según explica también la profesora Comas, impiden tener un mayor número de personal contratado.
Publicado por Pablo Graciano Cruz en 1:58 PM
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